La Semana Santa trajo algo más que sol y playa al Puerto de Veracruz, trajo vida a los restaurantes, mesas llenas, platillos servidos con orgullo y una bocanada de oxígeno para una industria que, como muchas otras, ha sorteado tiempos difíciles. El repunte del 50 por ciento en ventas reportado por la Canirac no es solo un dato alentador, sino también una señal del papel vital que juega el turismo y el consumo local en la economía regional.
Detrás de cada platillo servido en el bulevar Manuel Ávila Camacho o en los mercados tradicionales hay historias de esfuerzo, empleos recuperados, ingredientes frescos que vuelven a circular y cocinas que hierven no solo por la temperatura, sino por la esperanza de mejores tiempos. Veracruz tiene una rica oferta gastronómica que, además de deleitar paladares, es un motor económico que impulsa a pescadores, productores, meseros, cocineros y proveedores.
Pero este repunte no debe interpretarse como una casualidad estacional. Es el resultado de trabajo constante, precios accesibles y la identidad culinaria de una ciudad que sabe recibir.
El reto ahora es mantener ese ritmo más allá de los días feriados.
En un país donde la desaparición de personas se ha convertido en una herida abierta que no deja de sangrar, la labor del Colectivo Solecito Veracruz es una muestra de resistencia, dignidad y amor inquebrantable. A pesar de las limitaciones materiales, la indiferencia institucional acumulada durante años y el dolor constante, estas madres y familiares no han dejado de buscar a los suyos. Han aprendido a excavar la tierra con la misma fuerza con la que sostienen la memoria de quienes les faltan.
El hecho de que las brigadas sigan activas en al menos dos puntos del estado y continúen encontrando indicios de restos humanos no solo habla del tamaño de la tragedia, sino también de una dolorosa normalización: las fosas clandestinas siguen siendo descubiertas como si se tratara de hallazgos esperados.
La impunidad ha sido tan prolongada, que lo extraordinario no es que se encuentren restos, sino que haya quien todavía los busque.
Aún más alarmante es la confirmación de que los patrones de desaparición se repiten: ofertas falsas de empleo, trampas a través de redes sociales, y la vulnerabilidad de quienes, simplemente, salen a la tienda y ya no regresan. La violencia sigue actualizándose y adaptándose, mientras los mecanismos de prevención y justicia parecen siempre llegar tarde o no llegar nunca.
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