Aromas a albahaca, palma recién tejida y bugambilia, llenaron el ambiente este fin de semana en Minatitlán. A las afueras de parroquias y capillas, decenas de puestos improvisados con mesas, sombrillas y mantas comenzaron a ocupar los espacios desde muy temprano.
No era una feria ni un tianguis: era el preludio del Domingo de Ramos, donde la fe y el sustento diario encontraron un punto de encuentro.
Artesanos locales, muchos de ellos provenientes de colonias como Insurgentes, Miguel Hidalgo, colonia Centro, y de municipios cercanos como Zaragoza y Cosoleacaque, llegaron con sus manos expertas para ofrecer lo que, por generaciones, han elaborado con paciencia: cruces de palma.
Desde modelos simples hasta figuras complejas adornadas con flores naturales, listones y hasta pequeñas imágenes religiosas, cada pieza tenía una historia que contar.
"Estas cruces las empezamos a preparar desde días antes. Es trabajo que hacemos en familia", comentó doña Irma, una vendedora de 63 años que colocó su puesto frente a la iglesia Cristo Rey. A su alrededor, otras mujeres y jóvenes ofrecían también ramos entre cinco y treinta pesos, dependiendo del diseño.
No solo se trató de comerciantes locales. Este año, también llegaron artesanos del estado de Puebla, quienes ofrecieron cruces decoradas con flores sintéticas y detalles que daban un toque diferente a la tradición. "Venimos solo por estas fechas. Es cuando se puede sacar algo de ganancia", dijo uno de ellos mientras organizaba su mercancía.
El movimiento no se limitó a quienes vendían palmas. Comerciantes de alimentos, aguas frescas y postres tradicionales aprovecharon la afluencia de creyentes que acudieron a las misas. Incluso los taxistas reportaron más servicios de los habituales, transportando tanto a compradores como a vendedores.
El Domingo de Ramos no solo fue el inicio de la Semana Santa para la comunidad católica. Fue, también, un respiro económico para decenas de familias que encontraron en la fe una oportunidad para llevar el sustento a casa.
Mientras los feligreses recordaban la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, en Minatitlán también se celebraba la esperanza de un día con ventas y pan en la mesa.
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