Funcionarios de la Administración de Donald Trump aceptaron que la carta enviada a la Universidad de Harvard, el pasado 11 de abril, con una lista de férreas exigencias por parte de la Casa Blanca a una de las instituciones de enseñanza superior más influyentes de Estados Unidos y del mundo, fue "un error", pero ese yerro desató un cisma y la confrontación más ríspida que se haya provocado entre un Presidente de EU y una universidad de ese país.
La misiva enviada por el grupo de trabajo de la Casa Blanca sobre antisemitismo a Harvard, "no debió ser enviada y "no estaba autorizada", dijeron dos personas familiarizadas con el asunto al diario The New York Times.
En un texto firmado por los periodistas de investigación Michael S. Schmidt y Michael C. Bender se destaca que la carta fue enviada por el asesor general interino del Departamento de Salud y Servicios Humanos, Sean Keveney, según otras tres personas informadas sobre el asunto; Keveney es miembro del grupo de trabajo sobre antisemitismo de la Administración Trump.
De acuerdo con los periodistas, no queda claro qué motivó el envío del escrito, pero su contenido es auténtico, según las tres personas que les dieron informes. Aun así, dentro del Gobierno se dieron versiones divergentes sobre su mal manejo: algunos miembros de la Casa Blanca creían que se había enviado prematuramente, según las tres fuentes de Schmidt y de Bender que solicitaron el anonimato por no estar autorizadas a hablar públicamente sobre las discusiones internas, mientras otros miembros de la administración creían que su propósito era distribuirla entre los miembros del grupo de trabajo en lugar de enviarla a Harvard.
"Pero el momento en que llegó fue crucial. La carta llegó cuando los funcionarios de Harvard creían que aún podían evitar una confrontación con el Presidente Trump. Durante las dos semanas anteriores, Harvard y el grupo de trabajo habían mantenido un diálogo. Pero las exigencias de la carta eran tan extremas que Harvard concluyó que, en última instancia, un acuerdo sería imposible", plantean los periodistas.
En la misiva de cinco páginas a la Universidad de Harvard se acusa a la institución de no estar "a la altura de las condiciones intelectuales y de derechos civiles que justifican la inversión federal". Además se exige que cambie su estructura de Gobierno; revise sus políticas de admisión; se le pide someterse a una auditoría externa de la facultad de Medicina, la Escuela de Salud Pública, la Escuela de Teología y varios otros programas que, de acuerdo con el escrito, tienen "antecedentes atroces de antisemitismo u otros prejuicios".
También le pide renovar los procedimientos disciplinarios de los estudiantes; "poner fin al apoyo" y retirar el reconocimiento universitario a varios grupos estudiantiles propalestinos y al Gremio Nacional de Abogados, y comprometerse a un proceso de reforma que duraría "al menos hasta finales de 2028", durante el que la universidad presentaría informes trimestrales sobre su cumplimiento a las exigencias del Gobierno. Por si fuera poco, y a manera de chantaje, la carta sugiere que si la universidad no cumplía perdería su financiamiento federal, un recorte que, por cierto, ya se está dando.
El texto del Times, titulado "Funcionarios de Trump culpan a un error de desencadenar la confrontación con Harvard", destaca que luego de que la universidad repudiara públicamente esas demandas, la administración de Trump aumentó la presión y congeló miles de millones de dólares en fondos federales para la escuela y advirtiendo, además, que su estatus de exención de impuestos estaba en peligro.
Un alto funcionario de la Casa Blanca dijo que la administración mantenía la carta y calificó de exagerada la decisión de la universidad de rechazar públicamente a la Administración federal, además de que la culpó por no continuar las conversaciones. "Fue una negligencia por parte de los abogados de Harvard no llamar a los miembros del grupo de trabajo sobre antisemitismo con quienes habían estado hablando durante semanas. En cambio, Harvard emprendió una campaña de victimización", declaró May Mailman, principal estratega política de la Casa Blanca al Times.
La misma Mailman dijo a Schmidt y Bender que existe una vía potencial para reanudar las discusiones si la universidad, entre otras medidas, cumple con lo que quiere el Presidente Trump "y se disculpa con sus estudiantes por fomentar un campus donde había antisemitismo".
Por su parte, la Universidad de Harvard rechazó la afirmación de la Casa Blanca de que debería haber consultado a los abogados de la administración después de recibir la famosa misiva. La carta "fue firmada por tres funcionarios federales, con membrete oficial, enviada desde el buzón de correo electrónico de un alto funcionario federal y el 11 de abril, tal como se prometió", declaró Harvard el pasado viernes. "Quienes reciben este tipo de correspondencia del Gobierno estadounidense, incluso cuando contiene exigencias tan amplias que resultan asombrosas por su alcance, no cuestionan su autenticidad ni su seriedad", planteó la famosa escuela.
El comunicado añadió: "No tenemos claro exactamente cuáles, entre las recientes palabras y acciones del Gobierno, fueron errores ni qué pretendía realmente hacer o decir. Pero incluso si la carta fue un error, las medidas que el Gobierno tomó esta semana tienen consecuencias reales para los estudiantes y empleados, así como para la reputación de la educación superior estadounidense en el mundo".
La carta, dice el texto de The New York Times, sorprendió a Harvard no sólo por la naturaleza de las demandas, sino porque fue enviada cuando los líderes de la universidad y los abogados que contrató para tratar con la administración pensaron que podían evitar un conflicto a gran escala con Trump.
Durante dos semanas, describen los autores, los abogados de Harvard, William Burck y Robert Hur, escucharon mientras los funcionarios de Trump, en términos bastante generales, exponían las preocupaciones de la administración sobre cómo la escuela lidiaba con el antisemitismo y otros problemas. Del lado de la Casa Blanca estuvieron tres abogados: Josh Gruenbaum, un alto funcionario de la Administración de Servicios Generales; Thomas Wheeler, asesor general interino del Departamento de Educación, y el propio Sean Keveney, quien envió la misiva del 11 de abril.
De acuerdo con Schmidt y Bender el intercambio de ideas no especificó qué quería la Administración Federal que hiciera Harvard y los abogados de de Trump dijeron que enviarían a Harvard una carta el viernes pasado con más detalles. "Al final de la jornada laboral del viernes, la carta no había llegado. En cambio, durante la noche, los abogados de Harvard recibieron una carta, enviada por el Sr. Keveney en un correo electrónico, muy diferente a la que la universidad esperaba", destacan.
Poco después, Josh Gruenbaum –abogado de la Casa Blanca– llamó a uno de los juristas de Harvard, según información proporcionada a los reporteros del Times por dos personas con conocimiento de las llamadas. Inicialmente, Gruenbaum dijo que él y Thomas Wheeler no habían autorizado el envío de la carta. Pero luego, el propio "Gruenbaum modificó ligeramente su versión, afirmando que la carta debía enviarse en algún momento, pero no el viernes, cuando el diálogo entre ambas partes aún era constructivo, según una de las personas".
Los autores del texto para NYT también consignaron que funcionarios de Harvard, incluidos varios que trabajaron en el Gobierno federal anteriormente en sus carreras, se sorprendieron de que una carta tan importante, que incluso llevaba los logotipos de tres agencias gubernamentales y las firmas de tres altos funcionarios en la parte inferior, pudiera enviarse por error.
"Pero en ese momento, Harvard ya no tenía forma de deshacer lo que ya se había puesto en marcha. La universidad ya había declarado que rechazaría las exigencias de la carta. Y a pesar de afirmar que la carta no debería haberse enviado, la administración Trump no la retiró.
"En respuesta a la decisión de Harvard de luchar, la Casa Blanca anunció que Trump congelaría 2,200 millones de dólares en subvenciones a la universidad. En menos de un día, amenazó con revocar la exención de impuestos de Harvard", destaca el reportaje del Times.
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