Tras el fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril de 2025, la Iglesia Católica se prepara para iniciar el cónclave, el proceso mediante el cual se elige a su sucesor. Este procedimiento, aunque tradicional y solemne, está regido por normas que buscan evitar prolongaciones innecesarias en la elección del nuevo pontífice.
Según las disposiciones eclesiásticas, el cónclave debe comenzar entre 15 y 20 días después de la muerte del Papa, permitiendo así la llegada de todos los cardenales electores al Vaticano. En este caso, se espera que la reunión inicie entre el 6 y el 11 de mayo de 2025.
No existe un límite de tiempo específico para la duración del cónclave. Sin embargo, las normas actuales, establecidas por Juan Pablo II y modificadas por Benedicto XVI, incluyen medidas para evitar que el proceso se extienda indefinidamente.
Después de 33 o 34 votaciones sin éxito, lo que suele ocurrir en unos 13 días, los cardenales pueden optar por elegir al Papa con mayoría simple, en lugar de los dos tercios habituales.
A lo largo de la historia, ha habido cónclaves que se han extendido durante años. Por ejemplo, entre 1314 y 1316, el cónclave duró casi dos años debido a conflictos políticos y sociales.
Sin embargo, en la actualidad, las regulaciones y la logística moderna hacen que un cónclave de tal duración sea altamente improbable.
Aunque técnicamente un cónclave podría prolongarse durante años, las normas vigentes y la experiencia histórica reciente sugieren que la elección del nuevo Papa se resolverá en un plazo razonable, probablemente en cuestión de días o semanas.
La Iglesia Católica, consciente de la importancia de una transición oportuna, ha establecido mecanismos para asegurar que el proceso no se extienda más de lo necesario.
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